Sentimientos de pérdida...
La semana pasada
murió una amiga, tal vez no era mi mejor amiga, pero fue una de esas personas
que pasan por el camino de tu vida y te acompañan durante un tramo y luego las
recuerdas de vez en cuando; tal vez lo impresionante del asunto, sea que falleció
demasiado joven…
Por otro lado, ni
siquiera tuve tiempo de asistir a las exequias que se cruzaron con un evento
familiar planificado con meses de anticipación y al cual no podía faltar; sin
embargo, quiero creer que parte de mi espíritu anduvo por ahí acompañando a
esta amiga en su adiós.
Este último párrafo,
me deja con dudas respecto a dos aspectos sobre los cuales siempre he tenido un
conflicto interno: primero, a la existencia de mi espíritu (o alma inmortal),
sobre lo cual no disertaré, y segundo, que este tema de las exequias siempre me
pareció un poco vacuo, salvo que quien muera sea un pariente, lo cual se abre
en más posibilidades, casi todas desalentadoras; porque nadie escoge a su
familia, por lo cual, cuando realmente estimas a un familiar, es cuando se
produce el amor incondicional, porque “lo amas a pesar de”, porque amas lo que la
vida impuso en tu camino… Lo que me pasa con mi hija es un claro ejemplo de
ello, y siempre pienso que la amaría igual, si no fuera como es, y mejor lo
dejo ahí, porque si no, termino concluyendo que mi hija es un genio prodigioso
y solo me pareceré a esas madres que celebran cada cojudez que hacen sus
vástagos, aunque en mi caso cada cojudez que hace mi hija si sean eventos
extraordinarios…
Caso similar resulta
el de tus vecinos y tus mejores amigos: En el primer caso porque se suele
conocer a toda la familia (la de los vecinos), cosa que casi nunca me pasa, (salvo
cuando vivía en la casa paterna), porque como varias veces he referido, mi
naturaleza antisocial lo impide. He vivido en muchos sitios, y nunca tuve mucha
atención por la gente a mi alrededor; salvo que conozca a la familia por algún
motivo distinto, como con ciertas familias que viven en mi actual edificio,
relacionadas con ellas a través de otros amigos… Esto que describo como una
falla en mi carácter no ocurre con mi señora, que es un ser social por
naturaleza, y siempre me sorprende con saber los nombres de las personas más
insospechadas (quiero creer que ella socializa por mí)… En el segundo caso,
porque son pocos los amigos a quienes conoces a sus abuelos, tíos, primos,
novias, familia de las novias, etc. lo normal, es conocer de saludo a los
padres y a los hijos, por supuesto a sus parejas; y eso, que antes de las redes
sociales hasta esto era un poco raro o digamos, más exclusivo…
En fin, decía que
salvo esos casos de amor incondicional por un familiar, y según mi opinión, en
el resto de los casos, es decir, “normalmente”, resulta que en las exequias te
encuentras con uno o varios dolientes a quienes conoces, en cuyo caso lo más
probable sea que no conoces a la persona que ha fallecido; o no conoces a ninguno
de los dolientes, porque solo conocías a la persona que falleció… En mis
excepciones, salvo que se trate de algún amor incondicional (que como ya
expliqué ocurre con los hijos), asistes un poco por obligación o por compromiso
social…
No es mi intención al
escribir esto, presentar excusas por mi inasistencia, porque como mi amiga no
estaba dentro de las excepciones descritas, pues salvo a ella, no conocería a
ninguno de sus familiares, y me resultaría que en caso de haber asistido no sabría
a quién darle mis condolencias… Tampoco es mi intención justificar o revelar
mis conductas antisociales, con respecto a este tipo de eventos.
Mi intención al
escribir esto, es que debe ser sumamente terrible perder a un hijo, pues ni
siquiera nuestro idioma está preparado para un evento de este tipo; pues si
pierdes a tus padres eres huérfano, si pierdes a tu esposa eres viudo, pero no
existe palabra en nuestro idioma que describa a quien perdió a un hijo; pues se
supone que este tipo de evento no debería ocurrir jamás…
Cuando las personas
mueren jóvenes, es posible que este evento indescriptible con palabras en
nuestro idioma se produzca, pues resulta sumamente probable que los padres
sobrevivan al difunto… Y no puedo imaginar la pena tan grande y desgarradora que
deben sentir los padres…
Estaba leyendo hace
poco, la novela de Renato Cisneros “La Distancia que nos separa”, (altamente
recomendable), donde dice que “La edad,
pienso, no está definida por los años que uno lleva vivo, sino por las cosas
que le ocurren. Son los hechos no los calendarios los que definen el
crecimiento”… Realmente no conocí mucho a mi amiga, pero quiero creer que le
pasaron muchas cosas y que vivió muchísimo, porque por lo poco que vi en la
intersección de nuestras vidas, era una persona sabia…
Y citando nuevamente
al autor del párrafo anterior, con la frase con la que termina la novela,
“quizá escribir sea eso: invitar a los muertos a que hablen a través de uno”…
Descansa en paz,
Edith.
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