La mala imagen...

Algunas veces, siento grandes frustraciones respecto al sector público, en el cual trabajo. Frecuentemente, recibo llamadas de gente que sabe que estoy en el sector salud, para ver si conozco a alguien en tal o cual establecimiento, con la finalidad de ver si pueden tratar mejor a algún familiar o conocido.

En las noticias, a una razón aproximada de 2.5 veces por semana, veo casos de denuncias por mala praxis, donde generalmente la persona se quejaba de dolores durante tiempo, pero no la llevaron al centro de salud hasta que se desmayó, (la verdad es que en "casi todos" los casos vistos, al paciente lo ingresaron irresponsablemente tarde), y como es lógico se murió, y los familiares dicen que no los atendieron bien.

En estos casos de "mala praxis" del noticiero, también se incluye alguno que otro caso de niños con alguna de esas enfermedades que ocurren con frecuencias cercanas al cero, (que dedicar esfuerzos y recursos para esos casos resulta de impacto casi cero en la salud pública), y que además no pueden ser tratados aquí y por eso resulta que quienes atienden al paciente son unos inútiles o una tira de insensibles.

Aunado a esta situación, resulta también frecuente, a razón de 1 vez por semana, que se presenta algún caso de corrupción de algún funcionario público, que es filmado o grabado cometiendo sus fechorías, y las declaraciones que dan una vez que han sido expuestos, rayan en lo ridículo y para quienes escuchamos, vemos o leemos, solo nos queda sentir vergüenza ajena e indignarnos.

Todas estas cosas, conllevan a que la percepción que se tiene del servidor público, es que somos una tira de insensibles, prepotentes, inútiles y corruptos… Y como los medios de comunicación solo publican las malas noticias, resulta que del sector público no sale nada bueno jamás. La imagen del servidor público, es la de “Inurbano”, protagonista de aquel sketch protagonizado por Fernando Farrés, quien no atendía a la gente, pedía todo en papel “sello sexto”, quería que dicho papel tenga los sellos de todos, (hasta del portero), acosaba sexualmente a las chicas guapas, era extremadamente racista, mientras se formaba una cola de gente que quería ser atendida hablaba por teléfono con su enamorada o colocaba un letrero de “salí a almorzar”, cobraba coimas y solo atendía a las chicas que le atraían o a los recomendados del Dr. Chantada, ¿se acuerdan?

La cuestión es que a lo largo de mi experiencia, he conocido a muchas personas que trabajan en el sector público, específicamente haciendo labores asistenciales; y la gran mayoría de ellas, (como matemático diría un 96%, porque el 4% son los dirigentes sindicales), son personas con una alta vocación de servicio, que dan lo mejor que tienen para proveer al paciente del mejor servicio posible.

Como suele decir mi jefe, “lo que sobra en el sector público son las cosas que faltan”, y por eso es que muchas iniciativas no se ejecutan, generalmente porque los responsables piensan que falta algo, (a veces son recursos, a veces es coraje, a veces es cerebro), y por ese algo que falta, las iniciativas no nacen y si nacen, no se culminan, (eso aparte de los temores que sienten algunos funcionarios públicos de los auditores). Todo esto genera esa percepción de lentitud y burocracia... Sin embargo, creo que buenas intenciones hay en la mayoría de los casos (diría que en un 99% de ellos), pero como decía mi mamá, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

De otro lado, mi opinión personal es que uno de los grandes problemas del sector público, es la existencia del régimen 276, es decir, el régimen de los trabajadores nombrados. Cabe señalar que he conocido trabajadores nombrados que realmente se rompen el lomo trabajando por el país, pero lamentablemente, son muy pocos... De cada 100, 95 son inútiles o mejor dicho, no les gusta trabajar y para no hacerlo, siempre salen con que les falta algo: Falta medicamentos, falta computadora, falta aumento de sueldo, falta liderazgo, falta tiempo, etc.

Los nombramientos, son lo peor que tiene el sistema, pues nombrar a una persona, significa que tiene trabajo de por vida así se porte mal, pues para poder destituir a un nombrado, tiene que ser capturado cometiendo la fechoría in fraganti, con la presencia de un policía y un fiscal, pues de otro modo, solo pasa por un proceso administrativo disciplinario, donde será juzgado por sus pares y como éstos piensan que el mundo da vueltas, nunca se condenan entre sí; aun cuando los casos sean escandalosos, en los cuales, se decide castigar con una suspensión sin goce de haber y cambiándolos de lugar de trabajo, para que pasen piola con perfil bajo durante un tiempo.

Entonces, pasarlos al almacén no es posible porque se pierden las cosas, pasarlos a tesorería no es posible porque se tiran la plata, pasarlos a atención a los proveedores menos porque los coimean o piden coima, pasarlos a servicios tampoco porque ese departamento no puede fallar, etc. Al final, quedan solo algunas áreas donde no pueden causar supuestos perjuicios, y resulta que una de esas áreas es atención al público, con lo cual, ya no causan perjuicio al Estado, sino a los ciudadanos en general y a los pacientes en particular…

¿No se han dado cuenta que quiénes atienden al público en nuestro sector son los más desagradables personajes que conocieron jamás? Este concepto es el mismo por el cual en la cajas rápidas de los supermercados, siempre se pone a las cajeras más lentas; no hay que perjudicar a nuestros clientes VIP que compran bastante, que se frieguen los que vienen a comprar “ten ítems or less”…

En conclusión, sería muy iluso pensar que alguien en el poder tenga los cojones suficientes para eliminar el régimen 276, y lograr lo que dice Philip Butters que debería hacerse con los jugadorazos de nuestra selección, “el que quiere trabajar se queda y el que no, fuera mier…” (pase a la página 23); y como siempre, tendemos a resolver el problema equivocado, con lo cual, mitigaremos los problemas pero no lo solucionaremos de raíz, resultando luego del análisis respectivo, que el problema del sector público, se reduce a un problema de relaciones públicas.

Es cierto que si hubiese alguna persona que tratara bien no a los pacientes (porque soy testigo que los pacientes son bien tratados por el personal asistencial), sino a los familiares y acompañantes de los pacientes; y se les explicara asertivamente la situación por la que pasan sus seres queridos, no habría tantas quejas, ni problemas ni noticias desagradables, porque el problema para mí es un problema más de percepción y porque al final, ¿a quién no le gusta que lo traten bien?

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