El problema de las evaluaciones…

Mi colega matemático J.G. Bennett, quien más bien fue más conocido por sus publicaciones sobre psicología y espiritualidad, dijo alguna vez que “Solemos vernos principalmente a la luz de nuestras intenciones, que son invisibles para los demás, mientras vemos a los otros principalmente a la luz de sus acciones, que son visibles para nosotros”…
Por otro lado, cuando era más joven y andaba dando cursos de liderazgo en el Centro Nikkei de Estudios Superiores, recuerdo una lectura sobre temas relacionados a la Comunicación, que se llamaba “El Abismo de las Comunicaciones”, y mencionaba una serie de aspectos teóricos de la Comunicación, como que cuando “A” se comunica con “B” y le envía un mensaje (que es una acción), una serie de procesos ocurren a una gran velocidad, que son: La Percepción de la acción o mensaje, el Pensamiento sobre lo que percibimos, el Sentimiento que nos produce lo que pensamos, la Intención que tenemos frente a nuestro sentimiento, y finalmente la acción relacionada a nuestra intención, que es la respuesta al mensaje a “B”. A su vez, “B” al recibir nuestra respuesta vuelve a pasar por esos mismos procesos (Percepción, Pensamiento, Sentimiento, Intención y Acción), produciéndose una conversación.
Entonces, si bien mi colega tenía razón, resulta solo había analizado una parte del problema (la intención vs la acción)… Peor aún, si a esto le agregamos que cada parte del proceso se ve afectada por nuestros valores, estereotipos, estado de ánimo, experiencias anteriores, etc. resulta que es un milagro que no nos hayamos extinguido como seres humanos, porque comunicarnos es sumamente difícil…
Muchos recordaran la anécdota del señor que va manejando por las colinas, feliz de la vida, cuando otro auto lo cruza, y la señora que lo maneja le grita “¡Cerdo!”, el señor se indigna, y a su vez le responde “¡Vaca!”, sigue su camino y ahí mismo, al doblar un recodo, choca su auto con un cerdo que estaba tendido en medio del camino… El señor percibió la acción de la señora a través del grito “¡Cerdo!” como un insulto, cuando la intención de la señora que es invisible, era de advertencia, y claro, luego siguió que el señor pensó “¿qué le pasa a esta vieja loca?”, luego sintió cólera, tuvo la intención de responder la afrenta y actuó gritando “¡Vaca!”…
Cómo dice el dicho, “solo Dios y los animales no se equivocan”, en efecto, como dicen los curas, asumamos que Dios no se equivoca como un dogma de fe; y los animales no se equivocan porque actúan por instinto, no piensan, (a esto, les recuerdo que los auditores del sector público nunca se equivocan, y cómo no son Dios, saquen sus conclusiones acerca de lo que son, -Ver Primer Teorema de Masumura-)… Entonces, el problema se produce cuando pensamos, en ese momento, en que “evaluamos” la acción de los demás, y creemos que sabemos cuáles son sus intenciones, en ese preciso instante en que creemos tener la razón…
Entonces, ¿cómo evitar un conflicto innecesario? Teóricamente es fácil, porque lo único que debemos hacer, es reducir el ángulo que se produce entre lo que queremos decir y el mensaje que enviamos. ¿Cómo hacerlo?, bueno, hay un montón de técnicas (todas muy difíciles) y que solo la práctica nos hará actuar de acuerdo con esas técnicas instintivamente (o sea, de acuerdo con Malcolm Gladwell, después de las 10,000 horas de práctica), inhibiendo nuestro pensamiento, y actuando por instinto.
Por ejemplo, podemos parafrasear el mensaje del otro, para intentar asegurarnos de entender la intención del mensaje, o intentar la expresión productiva (decir “nuestra” verdad), que consiste básicamente en encontrar puntos de acuerdo, ofrecer hechos (no evaluaciones), adueñarnos de nuestras opiniones (cuando digamos algo que es nuestro, anteponer “yo pienso” o “yo opino”), recomendar acciones (concentrarse en la solución y no en la discusión), asegurarse de ser comprendidos y aceptar cuestionamientos; o intentar la indagación productiva (estimular a los demás a que digan “sus” verdades), que consiste básicamente en adoptar una actitud abierta, mantener la calma, hacer resúmenes, reconocer los puntos de vista de los demás cuando concordamos, validándolos, evitar hacer acusaciones y siempre pedir autorización si vamos a desafiar lo que dice otro, etc.
Todo esto es muy difícil, por eso es casi inevitable pelearse con la pareja en particular y con cualquiera en general… Sin embargo, hay algo que puede minimizarlo, y cuya maestría se logra con la práctica… Consiste en no evaluar... Cuando percibimos un mensaje, lo que tenemos que hacer es describirlo, describir el tono y el contenido, (el fondo y/o la forma del mensaje), ayuda mucho describir también como esa situación nos hace sentir, o incluir algún comentario que sea conciliador. Las personas que tenemos el ego grande, tenemos el problema que cualquier comentario adverso lo tomamos como una afrenta, todos los "cerdos" son insultos, no son advertencias, no son ajustes por alguna frustración (lo cual amerita un artículo aparte). Para mí, es sumamente difícil atenerme al plan de describir y no evaluar, pero lo intento siempre…
Les cuento un ejemplo: Al llegar a casa, después de un arduo día de trabajo, abro la puerta y escucho un regaño (con voz estentórea y estridente), de Emi, mi esposa. Si sigo el proceso natural y evalúo, siento e intento, probablemente responda con otro grito y todo termine en una pelea; sin embargo, si respondo con un “amor, me estás levantando la voz” (describo la forma), “y cuando me levantas la voz, me haces sentir mal” (describo mi sentimiento), para terminar soltando la cursi “y las personas gritan porque sus corazones están tan alejados que no se oyen” (comentario conciliador), probablemente averigüe la intención subyacente del grito (Que Dana -nuestra hija- se portó mal por ejemplo)  y la cosa no termine en pelea, y quien sabe, por ahí que hasta me sale un faenón…
¿Vieron? El problema es evaluar… Debe ser por eso a nadie le gusta que le tomen exámenes…

Comentarios

  1. Que bueno que la teoría puesta en práctica permita que la razón se imponga sobre los sentimientos, que aveces se desbordan y desordenan.

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  2. La enseñanza de los maestros Zen es simplemente no juzgar. Con ello se refieren a no calificar algo como bueno o malo, porque ello implica tomar partido, parcializarse. Al evaluar hay que tener cuidado de no juzgar.
    Algo que he visto repetidas veces, y no creo que sea casualidad, es que las personas conflictivas creen que tienen un don para deducir las intenciones de una persona a partir de sus gestos o palabras. Las palabras y los gestos a lo sumo pueden revelar emociones, pero no intenciones. La única forma de estar seguros de las intenciones de una persona es cuando esa persona las expresa directamente. Aquellos que creen deducir infaliblemente las "intenciones ocultas" de los demás, actúan en respuesta a las intenciones que han deducido (lo cual es un supuesto) y no en respuesta a las acciones que han visto o a las palabras que han escuchado (que es lo real).

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